A Elsa Núñez la califican a menudo como la Gran Dama del Arte Dominicano. Aparentemente es un elogio: a Elsa le sobran educación, hermosura y distinción. Sin embargo, esta alabanza es puramente social y no nos agrada. Debemos referirnos a ella como «la gran maestra» o «el ejemplo mayor de una artista dominicana».  Su extensa y brillante carrera así la proclama, la exposición «Alma adentro» la coloca en este sitial.

1962 es una fecha clave en la carrera de Elsa Nuñez, año de su graduación en la Escuela Nacional de Bellas Artes, punto de partida de su itinerario profesional, un año después del ajusticiamiento del dictador y tiranía trujillista. También lo fue para Cándido Bidó, y para los políticamente comprometidos Silvano Lora y Ramón Oviedo.

Elsa Núñez tenía muy claro lo que iba a ser su entrega al arte, definida desde sus inicios. Sus pinturas, desde el arranque de una jovencita graduada en arte y en filosofía, contienen esencia y existencia de los mundos naturales y sobrenaturales.

Sin embargo, el público dominicano y la mayoría de los seguidores de la artista le han «reclamado» una iconografía figurativa… al mismo tiempo que le atribuyen una constante de autorretrato, lo que es falso, ¡aparte de que toda obra de arte -pictórica, literaria, musical aun– no deja de ser autobiográfica!

Orientó pronto su ideología artística hacia un neo-romanticismo, vinculando temáticamente las artes visuales con la literatura, el teatro, el cine y la música especialmente: el amor a las piezas clásicas y barrocas está anclado en el lirismo de su pintura. Manuel Rueda, insigne poeta, músico y coleccionista dominicano, lo dijo inmejorablemente: «Descubrir a Elsa a través de Vivaldi es saber escuchar a Elsa y saber mirar a Vivaldi»…

Lo que fue primordialmente una definición y un modo de pintar, más que expresionista sorprendentemente tenebrista, se encaminó a la perennidad expresiva y la trascendencia de un poemario visual, entrega absoluta y también «profesión de fe», refiriéndonos entonces a la íntima convicción de Elsa en el campo cultural… No nos sorprende que ella «ilustre», conceptualmente y con dramatismo, el poema de Pedro Mir, «Hay un país en el mundo».

La expresión trascendental se ha mantenido, reafirmado y fortalecido. Si Elsa Núñez suele separar la expresión figurativa de la abstracta, ella enseña su versatilidad y su soltura de profesional aguerrida en ambas formulaciones, que por cierto pasan de una a otra modalidad, con fluidez, hasta en una misma obra. La lectura del contemplador puede aun elegir sin cambiar el mensaje espiritual, una identidad reconocible o una versión libre.

Aquí, la cantidad de obras es impresionante: la primera obra data de la década de 1960. La exposición «Alma adentro» nos enseña el itinerario de las investigaciones y la progresión técnica de la pintura. El impacto se produce no solamente por el número de piezas que se suceden, sino por la coherencia, el oficio y el caudal creativo.

La fuerza del conjunto corresponde a la propuesta museográfica, al guion –omnipresente en las exposiciones del Centro León y a la presencia significativa de textos.

Podemos notar, mirando cuadro tras cuadro que, si hay un mundo identificador de Elsa Núñez, es su mundo interior, desde las predilecciones artísticas –teatro, música, danza, literatura, cine- y un muy amplio dominio cultural. La introspección, elemento esencial, se traduce en el amor a la naturaleza, el encariñamiento por los animales: ello incluye al mitológico unicornio y a la frecuencia de la mariposa, vuelta simbiosis de flor y de ave, de alas y mariposas.

Una observación se impone: el mundo figurativo, a la vez extraño y familiar, de Elsa Núñez es mucho más femenino que masculino, criaturas de atavíos eternos, que se entreguen al trabajo, o se aproximen al mito y a la unión con la naturaleza.

Estilísticamente expresionista –de un muy tenebroso expresionismo en su período emergente, eliminando casi el dibujo-, su visión y personalidad ha evolucionado hacia la luz y un blanco irradiante, con una fluidez creciente y refinados efectos de transparencia –acuática aun-.

En épocas recientes, ella ha preferido para sus heroínas imaginarias, el reto de un cuasi realismo, muy propio y fantástico, académicamente riguroso y sofisticado, el cual no deja de recordar el proceso de los prerrafaelitas en su tiempo. Por cierto, la curaduría de esta selección, no la tomó prácticamente en cuenta.

Aquí, por modesta que sea la representación abstracta, se ha señalado puntualmente esa transferencia del paisaje figurativa a una evocación neo-abstracta. Elsa Nuñez es la gran creadora abstracta dominicana y la única que manifiesta una deslumbrante combinación de ciencia, de emoción y sin embargo de referencias.

Afirmamos que, en su paisajismo radical, Elsa ha conseguido una forma de recuperación de la tierra y la naturaleza según su estado original, previamente al surgimiento del hombre y de otras etapas de vida aún. Definitoria y definitivamente, es una pintora geológica y ecológica.

El virtuosismo multiplica las representaciones de la naturaleza, ninguna «visión» repitiéndose. Él nos pasea por los accidentes de la tierra que hasta abre sus entrañas, por las profundidades del agua donde mora otro universo, por la multicolor exuberancia de las plantas. Aquí, laten la vida, la espiritualidad, la emoción, que asociamos a una permanente profesión de fe del artista.

Personalmente, preferimos, en esta gran pintora y dibujante, la autonomía de objetos y sujetos, la que destaca a un lenguaje a la vez puro, poético y fuerte, un léxico visual que suma texturas y matices, contrastes y armonías. La propia autora da una prioridad afectiva a la vertiente imaginaria, desprendida de lo real observable.

Ahora bien, cualquier análisis debe recordar enfáticamente el oficio de Elsa Nuñez, ese métier u oficio que la práctica intensifica y condensa. En sus abstracciones, ella se ha adueñado de una pasta sustanciosa, emergente, brillante, dando al pigmento acrílico la untuosidad del aceite.

Una valoración sensual de la pasta, recogiendo la voluptuosidad y la esencia de la materia, se funde con una resonancia que libera las energías latentes y las sublimiza. Resultará de ese proceso, a la vez sabio e inspirado, una estética abierta, una simbiosis de hallazgos estructurales nuevos y de sutilezas cromáticas, también en constante renovación.

Así como Elsa Núñez plasmó, en periodos diferentes, temas y modelos contundentes, sus abstracciones investigan el lenguaje del color, sus latidos tonales, su complejidad rítmica, llegando hasta la verticalidad, el gesto, el estallido aún.

De hecho, en sus obras maestras, la artista rechaza la dicotomía abstracción- figuración. Más allá de una sugerencia, la motivación o motivo se convierte en insinuación, propiciando una lectura dual, exploración pura o forma inducida desde el título.

Elsa Núñez mantiene, finalmente el equilibrio entre lo abstracto y lo figurativo, entre lo percibido y lo invisible. Más que una evasión surrealista, propone una versión onírica que trasciende el trópico real. En otras palabras, ella pinta metáforas, reinventando el mundo observable, gracias a una extrema sensibilidad que no obstante nunca descarta el orden.

La pintura de Elsa es la expresión de su íntima convicción, de sus ideales y de un oficio siempre esmeradamente trabajado, con total entrega y sinceridad. En el Centro León, «Alma adentro» ha afirmado esas virtudes que la definen en el arte dominicano.

 

Marianne de Tolentino