El reconocido tenor viajó a Santiago para presentar su álbum Reflejos del alma, donde cantó versos de Lidia y María Amalia León.

Si por Francisco Casanova fuera, su vida se reduciría a cantar, por eso lo hace donde quiera que está. Juega con los espacios y prueba su voz en cada uno de ellos. “Aquí me gustaría cantar a Verdi –dice y entona una frase de la ‘Misa de réquiem’–. Acá se oiría mejor al judío Eleazar de ‘La Juive’”. Cuando canta algo mueve los brazos como si estuviera encima del escenario. Ya se le considera uno de los más importantes tenores del mundo, pero sigue siendo un hombre sencillo, no ha olvidado ninguna de las lecciones que le dio su madre en las desoladas tardes de Santa Cruz del Seibo.

¿Cómo se puede nacer en el Seibo y llegar a cantar en la Ópera de Roma?
Mi madre era pianista y mi padre cantante, en ese ambiente me crié, por eso siempre tuve predilección por la música clásica. Pero hubo dos detalles que fueron definitorios. El primero, que mi madre decidiera que yo debía aprender a tocar piano; el segundo, la voz de mi padre. Durante años mi único impulso fue recordar a mi padre cantando, eso me inspiró demasiado.

Además de una extraordinaria voz, ¿qué ha necesitado Casanova para convertirse en quién es hoy?
La terquedad de mi abuela María, la influencia femenina más grande y más saludable que he tenido en mí vida. Sin esa terquedad y sin la influencia de Socorrito Casanova, mi tía, puedo asegurar que hoy no sería lo que soy.

¿Ser dominicano se ha convertido en un obstáculo en su carrera?
Cada vez que me preguntan de qué región de Italia soy, digo que no soy italiano y guardo silencio, esperando la segunda pregunta. Entonces respiro hondo y les aclaro que soy dominicano. Ni siquiera le digo el nombre de mi país. Prefiero esa sola palabra: dominicano. Haber nacido aquí es algo que presumo por el mundo, este lugar que ha dado una naturaleza y un don que no hubiera tenido en ninguna otra parte.

¿De qué le ha servido haber nacido del otro lado del océano, tan lejos de la tradición europea?
Me ha obligado a empezar de cero y eso me hace más conocedor de la materia que muchos europeos. Ellos nacen con la tradición en las venas y obvian muchas enseñanzas. Yo en cambio, tuve que estudiarlo y aprenderlo todo. Hace poco me dijeron que el futuro de la ópera dependía de los intérpretes latinoamericanos, no sé si eso será así; pero lo cierto que es que hay muchos.

Parecería que ya lo ha conseguido todo, ¿aspira a más aún?
En este oficio el camino es demasiado largo y la perfección cuesta más trabajo de la cuenta. Jamás se acaba de estudiar, mientras más se aprende más cosas se descubren que faltan por saber.

¿Qué significa Reflejos del alma en su carrera?
Es mi primer disco de música ligera y me complace demasiado que todo lo que contiene es música dominicana hecha por dominicanos. Cantar boleros, mangulinas y merengues compuestos por dos dominicanas me llena de orgullo. Lidia y María Amalia León, Héctor Martínez Cabruja, Bienvenido Bustamante, Rafael Solano y Manuel Tejada tenemos un espíritu muy dominicano y por eso hubo tanta comunión entre nosotros. Reflejos del alma me satisface demasiado, es algo que aún disfruto, que me llena de felicidad.

¿Qué le ha parecido el Centro León?
Ya era hora de que tuviéramos algo así, ya era hora. Mi generación creció si nada semejante, fue mi duro formarse en un ambiente tan hostil para la cultura. Ahora que veo que esta semilla que se ha sembrado aquí, espero con ansias que germine en las nuevas generaciones de dominicanos. Eso es el Centro León, una semilla que debe germinar con urgencia.

¿De qué comida, de qué costumbre del Seibo no ha podido librarse aunque esté en Viena, en Milán o en París?
A mí no hay quien me quite mi plato de arroz con habichuelas. El dulce de leche del Seibo ya lo venden en Madrid y en Nueva York. Gracias a eso puedo seguir disfrutando de las delicias de aquí por muy lejos que esté. Nací en un país que sólo tiene dos estaciones y vivo en uno que tiene las cuatro, eso es lo único que ha cambiado, todo lo demás sigue intacto dentro de mí.

CV