Continúa el ciclo de cine africano actual organizado en el Centro León en colaboración con la Embajada de Francia y la Alianza francesa.

El dato
Según un estudio dado a conocer hace algunos años, el actor más conocido en África es el campeón de kárate Chuck Norris. Otro ejemplo del dominio mediático imperial: los filmes de Jackie Chan influyen de tal manera en la cultura popular, que uno de los grupos enfrentados en la guerra civil del Congo se hacen llamar “Los Ninjas”. La mejor respuesta a una situación tan irritante ha sido el grito del cineasta chadiano Mahamat Saleh Haroun: “Los africanos deben contar sus propias historias”.

¿Por qué nos has abandonado?
“Abouna” es una palabra árabe que significa “nuestro padre”, tanto en el sentido físico como en el espiritual. A partir de su título, establece un pacto con el espectador sobre la naturaleza de su intriga: dos niños emprenderán la búsqueda de su padre perdido.
Las asociaciones de ideas están a la orden del día: uno de los niños posee un especial vínculo con su padre, quien cada noche lo arrulla con El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, ese libro maravilloso del que no sabe su final porque siempre concilia el sueño antes de que termine. Es un extraordinario espejo por el que se escapa al país de la maravillas para encontrarse con Alicia. Pero también reaparece el mar como motivo alucinante frente a la triste realidad.
El propio director de la película ha reconocido públicamente su admiración por el cineasta iraní Abbas Kiarostami y, aunque se siente la influencia de la Nueva Ola Francesa, al igual que su ídolo, Mahamat-Saleh Haroun se vale de la ficción sólo como marco para echar a andar su película de la forma más natural posible. Haroun, incluso, se atreve a cuestionar esa ficción cuando sus protagonistas creen encontrar a su padre dentro de la película que exhibe el cine del barrio.
Pero, más allá de su atmósfera mágica, Abouna nos hace reflexionar sobre un tema universal: la importancia de la familia como unidad básica de la sociedad y de la enorme responsabilidad de los padres en la educación y formación del carácter de sus hijos. Podría resultar un vínculo curioso entre dos películas africanas, pero posiblemente el padre de Tahir y Amine se marchó ilegalmente a Europa, junto a otros personajes de Esperando la felicidad.

José D’ Laura