Un elefante se balanceaba
 sobre una tela de araña
 y como veía que se sostenía
 fue a buscar su camarada 

El lenguaje del arte es ambiguo. Las palabras que lo conforman, son lo que son, sus opuestos, y el largo camino que va de lo uno a lo otro. Muchas veces, estas no tienen necesariamente que ver con el concepto emitido, sino con la sonoridad que le aportan a la frase; con la elegancia, superflua o no, que le dan al discurso y así hasta el infinito, o hasta encontrar la otra orilla. Lo cierto es que en su autonomía, estas palabras desafían constantemente la imaginación del emisor y del receptor, y nos convierten en políglotas de idiomas paralelos y nuevos, ininteligibles muchas veces, que sin embargo tienen la misma estructura que nuestras lenguas maternas. Muchas de estas palabras son inventadas, pero sin tiempo para pensarlas, al instante las incorporamos y acomodamos a nuestros discursos, con la convicción de con ello, ser portadores de un conocimiento, que nos asegura un nicho en los castillos de los “Lobbies Cutting Edge”, cuyos muros móviles, con foso, dragón y princesa por rescatar incluidos, están instalados en las ferias de artes y en las bienales, y definen los nuevos mapas de poder.. Y así, contemporáneo puede significar actualidad, pero también define un período del arte que habita entre márgenes llenos de inexactitudes. De datos, fechas y eventos envueltos en una neblina intelectual que nos produce un gusto enorme espesar, aunque de vez en cuando la atraviese un rayo de luz. De hecho no sabemos si ese período ya terminó, pero hemos escuchado del premio que se llevará quien “descubra” la palabra que designe la nueva cosa que se avecina, la cosa nueva que le sigue a esta. Ya se ha ofrecido la cabeza de nuestro querido abuelo Duchamp en bandeja de oro, como premisa, para conjugarla con todas las variaciones posibles (post-esto, post-aquello), desatando de manera oficial la carrera hacia esa nueva palabra, aún desconocida, hacia ese nuevo “Dorado”.

Dos elefantes se balanceaban
sobre una tela de araña
y como veían que se sostenía
fueron a buscar su camarada

Cuando el término “contemporáneo”, lo unimos a otras palabras llenas de ambigüedades similares, como por ejemplo: “arte contemporáneo dominicano” encontramos una etiqueta que nos puede servir para identificar con rapidez y aparente eficacia un elemento que muchos percibimos como amorfo en un espacio igualmente amorfo. A esta etiqueta, la preceden por lo menos dos etiquetas mas, arte contemporáneo caribeño y antes, arte contemporáneo Latinoamericano. Lo amorfo, de lo amorfo, de lo amorfo. Una especie de torre de Babel, donde se trata de inventar un lenguaje común para homogenizar todas estas culturas en tiempo y espacio. Como vemos esta etiqueta, cambia con real facilidad el último adjetivo que la compone y ante nuestros ojos se transforma en elementos exóticos y lejanos, aunque a veces se encuentren al doblar de la esquina.

En nuestra etiqueta, ya hemos reflexionado sobre diversas acepciones de contemporáneo. No vamos a reflexionar sobre la primera palabra, arte, un tópico que arquea las cejas de muchos, quizás porque a diario se revela y rebela con la misma ferocidad e ingenuidad con que cambian las cosas cada día. Y definirla, tratar de reducirla conceptualmente se hace casi imposible. Se niega a estar en el corsé de quien la viene entender cuando ella ya es otra, porque los que la construyen día a día son los que la llevan a repensarme siempre. Así, que visto lo visto, preferimos saltar a la última, dominicano. Se ha discutido que estamos construidos en base a la negación, otros dicen que nuestra humanidad es mucho mas amplia que esta visión simplista y reduccionista, que políticamente ha sido usada como estrategia para someter a través del auto desprecio a los individuos que usamos este gentilicio.

En una época de nacionalismos fachistas, para tener una imagen aproximada de lo que somos habría que analizar el pensamientos político que ha construido los seres humanos que conforman esta franja de contradicciones. Tendríamos que revisar nuestra poesía, literatura, teatro, música, arquitectura, folklore, hasta las afirmaciones superficiales y contundentes que generan las campañas de promoción turística, con sus frívolas y rotundas afirmaciones que llenas de optimismo excesivo pretenden definirnos. Pero este análisis no se debe hacer desde una sola perspectiva. Es obligatorio tener muchas miradas, muchas voces diferentes y contradictorias sobre estos temas. Pero estas voces hay que dotarlas de conocimiento y de educación. Solo desde la educación se puede sabotear este sistema que construyó una población que no se encuentra a si misma porque el ruido infernal que nos rodea en cada esquina no nos deja pensar y además tiene nuestros oídos rotos. Pero es una educación que debe venir desde todos lados. Diálogos que empiecen en el hogar y terminen en la escuela, o en sentido contrario. Universidades que en las tesis de sus estudiantes guarden el conocimiento y la cultura de la nación, y que puedan ser discutidas y disfrutadas por los investigadores que le sigan. Es decir que la información y la formación sean los elementos fundamentales de una estructura cuya base sea la de honestidad.

Tres elefantes se balanceaban
sobre una tela de araña
y como veían que se sostenía
fueron a buscar su camarada

Volvemos entonces al concepto “Arte / contemporáneo / dominicano” entonces algunas preguntas surgen: ¿Qué es eso? ¿El arte que se produce sobre el espacio político / geográfico designado como República Dominicana? ¿El arte que produce la gente cuya cédula lo define como perteneciente a ese país? ¿El arte que generan, los que en sus propuestas nos descubren el panorama local? El arte que hacen la gente de hoy o desde hace dos décadas? A todas estas preguntas de falso o verdadero, podemos contestar aunque no sepamos la respuesta, podemos arriesgarnos y caer de nuevo en ese sistema de simpatías que no es mas que un auto sabotaje a nuestro respeto y sentido de responsabilidad, solo una construcción que sume, que nos haga descubrir, como los elefantes que en la tela de araña cabe un número infinito… Pero las respuestas a estas preguntas luego tenemos que desarrollarlas. Investigar, discutirlas, estas respuestas, digo son las puntas del iceberg el pico de la honestidad.

Tomado del Libro Trenzando una Historia en Curso, Arte dominicano contemporáneo en el contexto del Caribe
Jorge pineda, artista visual