Marcada por una temperatura todavía agradable en el trópico, la cuaresma se asume como un período de recogimiento espiritual y de ciertas restricciones sociales, al menos así lo fue por muchos años.

Incluye su temporalidad la Semana Santa, que es el período de mayor consagración espiritual, y donde se requiere el cumplimiento con más ahínco de ciertas tradiciones, sobre todo en la comida y la adhesión religiosa.

En nuestro país la cuaresma tiene, además del activismo religioso, un activismo secular, distanciado de la naturaleza sagrada, nos referimos al carnaval.

Esta celebración, aunque inicialmente en Europa estaba marcada como una separación entre la fiesta del espíritu y la fiesta de la carne o carnestolenda, en América se diluyeron los tiempos de rupturas y hay carnaval, al menos en nuestro país, antes, durante y después de la cuaresma, causando conflicto con la iglesia dicho itinerario.

A pesar de que coincide el carnaval con las fechas patrias también, ha sido finalmente su prolongación luego de febrero la, molestia eclesial, porque le transgrede el retiro que ha de implicar la cuaresma, del mundo secular.

El carnaval, considerado como la pasión de la carne por el mundo católico, es visto como una interferencia desde ese universo sagrado. Los carnavaleros al momento de distribuir sus celebraciones, lo hacen en el tiempo primaveral, no necesariamente pensando en la cuaresma, es lógico que también debemos anotar que la cuaresma es parte de la primavera, está presente en muchas culturas, sobre todo en África, y referida al momento de rendir culto a la naturaleza y la madre tierra por la fertilidad y la abundancia de productos esperados.

Muchos carnavales nuestros desplazados en cuaresma están ligados a lugares donde hay ciclos productivos que cierran o abren cosechas y por tanto, es el momento de celebración, aunque esto sea a través del carnaval, cuya celebración llega desde Europa, y a la que se le ha mestizado, cultos africanos a la tierra y a la primavera.

Sin embargo, y siendo nuestros pueblos resultados de mestizajes cultuales importantes, la iglesia católica no lo ve así y lo siente como una distorsión que ha producido malentendido. Luego que una comunidad fija una fecha de carnaval, relacionada ésta a múltiples motivaciones, resulta muy difícil desmontar esas razones culturales; por ello, el carnaval dominicano se desplaza en una atemporalidad atípica al resto de América y con desterritorialidades.

Igualmente compleja es la cantidad de carnavales que tenemos prácticamente en todo el territorio nacional y en fechas diferenciadas. Naturalmente que la más expedita de estas fechas es el mes de febrero por motivaciones políticas que lo condicionaron así, pero no es la única.

Carlos Andújar

Coordinador Programas Culturales