El artista se ha marchado. Tras él, queda un legado inmenso y trascendente en la cultura nacional.

Reconocido como un valioso expresionista latinoamericano, Ramón Oviedo es ante todo un gran artista dominicano contemporáneo, que no se detuvo en la búsqueda constante de nuevas formas de expresión, sin dejar de abordar las temáticas sociales como eje de sus preocupaciones centrales.

Nacido en Barahona en 1924, Oviedo marcó dos importantes momentos en la historia del Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, al participar en 1969 con la obra Espantajo, para obtener el Primer Premio en Pintura, y en 1970, con la obra Levántate Lázaro donde obtuvo la misma distinción. 

Actualmente en nuestra muestra expositiva Génesis y Trayectoria, se encuentra expuesta la primera de estas obras del artista que recordaremos por siempre. Oviedo falleció el domingo 12 de julio de 2015 en Santo Domingo.

El maestro Oviedo

La obra de Oviedo se encuentra plena de matices que se debaten entre lo místico y lo material, entre lo humano y lo trascendente. Su corpus de trabajo cumple ciclos naturales: cada etapa o período, es un periplo que parte del anterior y se cierra en el próximo, y vuelve a empezar de forma diferente: reorientado, redefinido y reinventado.

La extensa producción artística de Oviedo muestra profundos y productivos desdoblamientos discursivos, donde el hombre comprometido social e ideológicamente dialoga con el productor de formas y lenguajes artísticos. Estos diálogos fueron internos y fructíferos; y revelan, en consecuencia, la incesante búsqueda que definió su producción. 

Este creador cardinal y vital para la historia del arte dominicano, que cuenta con una gran herencia estética de las vanguardias artísticas y de algunos maestros clásicos, se acerca a los mismos pero desde nuevas perspectivas. 

Su obra, al tiempo que constituye una respuesta tanto a su tiempo y contexto, también configura un lenguaje pictórico y artístico que ha generado escuela hasta la contemporaneidad. Su vocabulario visual, enriquecido con el léxico de cada una de sus etapas, nos llega como liturgia catártica con referentes simbólicos renovados y poderosos.

Alude a los movimientos temporales, espaciales, al transcurso del tiempo, a la evolución del hombre artista, a la estructura interna de las cosas, a la vida y la muerte. La actitud poética de Ramón Oviedo en su acercamiento a la realidad nos aproxima sin ambages a la idea de la memoria, la memoria individual de quien transforma el espacio colectivo.

Al margen de las referencias sintácticas, su obra evoca un estado de gracia, un peso específico que otorga solo la maestría, la coherencia ideológica y estética, y la constante necesidad de cambio.

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