Durante los meses de enero y febrero se estará presentando en el Centro León, con la colaboración de la Embajada de Francia y la Alianza Francesa, un ciclo de cine africano actual.

Lo necesario
Ha sido necesario que transcurrieran 82 años desde la primera producción cinematográfica en África –Ghézal, la hija de Cartago (Túnez, 1924). Ha sido necesario el entusiasmo de los funcionarios de la Embajada de Francia y de la Alianza Francesa de Santiago. Ha sido necesaria la cinéfila complicidad de las autoridades del Centro León para que, por fin, en Santiago se presente una muestra de Cine Africano.
Hasta donde me alcanza la memoria, es la primera vez para el cine de África (acaso una de las llaves para abrir las puertas de su triste encierro colonial) en la Ciudad Corazón y la oportunidad es propicia no sólo para apreciar un cine totalmente desconocido sino también ese necesario encuentro con África, en cine, ese formidable espejo donde buscar respuestas a la eterna cuestión de la identidad.

Una historia, un murmullo
Contra mis principios, voy a contarles parte de la historia de la película: este pueblo palidece frente al mar que lo besa, que lo bordea para que no derrame su miseria, que (de vez en cuando) escupe algún cadáver. Hasta él llegan los que quieren partir en la búsqueda de un mejor destino. La pobreza, la marginación, la fe consumida terminan por crear un escudo en el que cada quien vive su propio exilio antes de partir. Lo que nos espera más allá del mar es incierto, pero se prefiere a la triste realidad. Cualquiera pensaría que hablo de Miches, Puerto de los Desesperados, en Dominicana. Pero no. Hablo de Nouadhibou, en la costa mauritana, aunque ese partir bien lejos para realizar nuestros sueños es también para muchos dominicanos una problemática tan, tan cercana. Ese miedo a partir tras el tesoro que esconden las olas, tras los mundos por descubrir es y será siempre una odisea que nos coloca al borde de las primeras planas cuando zozobra la yola y hacen festín los tiburones (los de mar y los de tierra).
Los brillantes diálogos no dejan lugar a dudas: “Nada es más trágico en la vida que perder la libertad”. En boca de personajes africanos, la expresión adquiere unas dimensiones históricas extraordinarias. En esta película de Sissako hay que destacar su gran capacidad reflexiva, es decir, que logre sin sobresaltos de ningún tipo que los espectadores se involucren con la historia de sus personajes.
Las palabras del propio director son: “Mi cine no es un grito, sino un murmullo, cuando un artista quiere ser entendido a toda costa, no lo logrará. Es necesario que el espectador entre en la trama espontáneamente, que venga él mismo” .

José D’ Laura