Desde el mundo figurativo y estético de la palabra y la narrativa, la literatura ha construido una mirada de la sociedad, los seres humanos, sus angustias y placeres, como de la historia, la sociedad y la cultura.

La novela histórica puede jugar con la realidad amparada en la ficción que le viene de la literatura. Su fuerza discursiva hace que hoy se tenga a la narrativa literaria como uno de los discursos innovadores de la historia moderna.

El ojo de la literatura penetra el espectro fascinante de la realidad y nos cuenta, con su gracia y rigor creativo, un mundo y una realidad pensado al margen de la racionalidad de la teoría social, sin dejar de ser ella misma un discurso sobre la realidad. Sus esfuerzos por comprender al ser humano la llevan a un imaginario poético que también explica las identidades y la estética de su prosa.

Todo discurso sobre la identidad ha encontrado en la literatura un verdadero aliado, que con la fragilidad que le acompaña, nos presenta otra fenomenología del discurso identitario, del sentimiento de diferencia y del apego a símbolos patrios y al sentido de pertenencia. La literatura los plasma desde las historias de personajes, procesos sociales, figuras y movimientos culturales, es decir, desde las orillas del acontecer social, desde lo cotidiano: hoy un método indispensable para repensar la historia y donde la literatura ha encontrado una manera de hacerse presente.

Andrés L. Mateo, conjuga lo social, lo poético, lo histórico, lo antropológico en su narrativa, que además de fascinar por su embriaguez, su prosa profunda y su dominio de la lengua, nos permiten adentrarnos a espacios reservados a las ciencias sociales, que en su pluma, dejan de pertenecer a la exigente demanda del razonamiento puro, para sensibilizar desde el juego de palabras de la literatura, con el acompañante como arquetipo, del imaginario. Andrés logra llevarnos por senderos de reflexión sobre la dominicanidad, los entuertos de nuestra historia, los personajes pintorescos de una sociedad situada en el trayecto mismo del sol, como dijera Pedro Mir, el Poeta Nacional, pero que no es un país, sino un féretro, una tumba…con esa misma queja; la literatura explica su sociedad y su realidad imaginada.

Carlos Andújar

Coordinador Programas Culturales