El béisbol llegó al interior del país abriéndose paso con la seguridad de quien se sabe conquistador por encanto. 

Todo indica que fue La Vega la primera población del interior de la isla que conoció este deporte en el decenio de 1890, no se tiene fecha con exactitud, llevado también por un cubano, Samuel Mendoza Ponce de León, quien había arribado a esa ciudad con la encomienda de construir un edificio que se conoce como La Casa de Piedra.

En Santiago se atribuye a Andrés Pastoriza Valverde el haber enseñado por primera vez los fundamentos del juego a principios del siglo XX. Venía de los Estados Unidos, donde cursaba estudios. Ahora bien, fue en 1903, exactamente el 19 de agosto, cuando se efectuó el primer partido reconocido históricamente en esa localidad. Se enfrentaron el Nuevo Jockey Club, como representante de la ciudad del Yaque, y el Sport Club, de La Vega, lo que incita a establecer que ese pudo ser el primer choque de béisbol que sostuvieron dos equipos en representación de comunidades diferentes. Del Nuevo Jockey Club surgieron los Azules y los Blancos, que con sus duelos provocaron que el fanatismo por este deporte fuera calando paulatinamente en todos los estratos de la población. Posteriormente, en 1912, se establecieron en Santiago los equipos Inoa y Yaque, los que se convirtieron en encarnizados rivales y con sus enfrentamientos convocaban todos los domingos en las tardes a las tres cuartas partes de una población que debía rondar las diez mil personas.

A pesar de las precariedades de comunicación existentes, el béisbol siguió inoculando su virus consistentemente en tierra quisqueyana. En 1908 se comenzó a jugar en la ciudad de Baní; el 15 de diciembre de 1910 se fundó el equipo Macorís en San Pedro de Macorís; en Azua se fundó el equipo Unión, presidido por A. R. Nanita, en ese mismo año; y al remoto y ubérrimo valle de San Juan de la Maguana llegó el béisbol en 1911, llevado por Carlos Marranzini y Felipe Collado, que estudiaban en Estados Unidos y Puerto Rico, respectivamente. En todo el territorio se fue introduciendo el béisbol y los recursos humanos que iba generando aceleraron el desarrollo de esa actividad en los años siguientes.

Tomado del libro ¡Nos vemos en el play! Béisbol y Cultura en la República dominicana, del ensayista Tony Piña