Cada año, la región Este acoge un gran número de feligreses procedentes de todo el país y allende, como son los casos de dominicanos y dominicanas residentes en los Estados Unidos y de nacionales haitianos procedentes directamente de la vecina República de Haití, para quienes, aunque en menor proporción, la Altagracia es también su patrona.

La particularidad de esta festividad sagrada es lo temprano que comienza. Desde el 20 de enero los seguidores de la Virgen de la Altagracia inician su devoción con salves a la virgen, y con los viajes o giras hacia la basílica, bajo responsabilidad de las hermandades de las iglesias, y los Comisarios de Cristo que también se integran a la devoción y la romería.

Pero el mayor contraste se escenifica el mismo 20 de enero en la noche, en el mismo patio de la basílica, plaza donde se albergan los visitantes venidos de todo el país. En este traspatio de la solemne estructura sagrada, corren por doquier las tentaciones humanas, se olvida, por un instante, el motivo de convocatoria y la gente, se desplaza de un lugar a otro como si fuera en una feria cultural.

Visitantes de todas partes del país, del Caribe y de otras partes del mundo, devotos, enfermos y necesitados de mejor suerte, se hacen acompañar de ermitas al hombro, cantos, salves, rezos, plegarias y fe, para formalizar promesas o cumplir con exvotos y otros compromisos, al milagro recibido de la Virgen de la Altagracia, llenando de fe, fervor y entusiasmo la más importante peregrinación del pueblo dominicano.

Carlos Andújar Persinal
Coordinador de Cultura