Entre las estrategias de comunicación tendentes a mejorar el conocimiento y la difusión del arte de la República Dominicana, incluiremos los salones, los concursos, los centros de arte dinámicos, las bienales, las revistas, e igualmente la constitución de grupos de artistas.

El país ha visto florecer, por ejemplo, los grupos: El Puño, Proyecta I, Proyecta II, el Grupo Friordano, el Grupo Reflejo, etc. Quintapata, creado en 2008 e integrado por Tony Capellán, Pascal Meccariello, Raquel Paiewonsky y Belkis Ramírez, se orienta hacia la instalación y la performance. Esta necesidad de agruparse recuerda a Volumen I y Los Carpinteros en La Habana, el Grupo La Torona en Guatemala, el Colectivo de Artistas Costarricenses, el Grupo Matis en El Salvador, y Bi Infrarrojo, colectivo femenino de Colombia.

En otro orden de ideas, el Salón del Dibujo, desde 1989, y la creación del Museo del Dibujo Contemporáneo (1995), constituyeron una apertura para los jóvenes. La Primera Bienal de Dibujo de Santo Domingo tuvo lugar en 2013, mucho después de la exposición sobre papel Entre líneas.

Las dificultades de comunicación fueron instauradas por las metrópolis, cuyo poder e intereses privilegiaban el sentido Europa-América por encima del interés islascontinente americano, o el contacto entre islas. Ello ha generado aspectos nefastos, como el aislamiento que sienten los intelectuales de una y otra orilla, aunque por otra parte ha tenido repercusiones más positivas. Con el fin de lograr exposiciones exógenas, los plásticos con disposiciones para el dibujo y el grabado han optado por privilegiar estos modos de expresión, más económicos para su transporte. Se nos hace difícil elegir y no vamos a mostrarnos exhaustivos, por lo que mencionaremos a Jorge Pineda e Inés Tolentino para la primera categoría, y tendremos un pensamiento especial para Vicente Pimentel, cuyo Dibujo I (1980), expuesto en la XV Bienal (1980), demostró una alta sensibilidad y virtuosismo. Para la segunda categoría, abordaremos los casos de Belkis Ramírez y Radhamés Mejía.

La formación en arquitectura de Jorge Pineda ha potenciado su gusto precoz por el dibujo y lo ha encaminado hacia el rigor. Esta práctica ha evolucionado considerablemente desde el Renacimiento –en que el dibujo era considerado como un estudio preparatorio–, hasta convertirse en una actividad noble en el siglo xvii y ceder su lado bello luego al grabado en los siglos xviii y xix, antes de desaparecer de las grandes exposiciones en el siglo xx. Objeto de subversión gráfica, pero no apreciado por el dibujo, su bolígrafo Bic, popular, abre a Pineda un gran campo de soluciones plásticas y conceptuales. Sus Niñas rojas y Niñas locas, excelentes en refinamiento, traducen ironía. Si Pineda comparte esta pasión con Roberto Fabelo y José Bedia –primeras bienales–, su andar, que vincula dibujo e instalación, presenta algún parentesco con otros cubanos, como Kcho.

Tomado del Libro Trenzando una Historia en Curso, Arte dominicano contemporáneo en el contexto del Caribe

Michele Dalmace, Crítica e investigadora de arte.
Catedrática de la Universidad Michel de Montaigne, Burdeos