La escritora uruguaya Graciela Genta, que participó en un Encuentro Internacional de Escritoras que se celebró en el Centro León el 29 de abril, en el marco de la Feria Internacional del Libro, hizo llegar esta crónica desde el lejano Montevideo.

Una no muy lejana tarde de noviembre del año 2004, nos encontramos en México varias poetas del mundo. Allí tuve la oportunidad de conocer a la escritora Chiqui Vicioso e inmediatamente pude sentirla cerca de mi corazón. Su Caribe y mi Río de la Plata se unieron en la palabra poesía y deviene, luego de ese encuentro, la invitación formal para asistir como invitada a la VIII Feria Internacional del Libro de República Dominicana. Una rica experiencia, un acontecimiento trascendente, un evento cultural de características excepcionales por su calidez y por su calidad.

Y a la experiencia y riqueza adquirida en dicha Feria, se sumó el importante intercambio cultural en todas sus manifestaciones, teniendo al libro como principal protagonista y a la poeta dominicana Aída Cartagena Portalatín como disparador del sentido homenaje de su pueblo.

Como si ello fuera poco, este viaje a ese Caribe de naturaleza pródiga, de aguas trasparentes y gente de corazón abierto y manos generosas, nos depara otra gran emoción: la visita a la segunda ciudad en importancia del país: Santiago de los Caballeros. Allí, tuvimos un recital en el Centro Cultural Eduardo León Jimenes. Salimos del hotel Santo Domingo con las amigas poetas: Chiqui, nuestra anfitriona, Satoko Tamura de Japón, Adela Fernández de México, Leda García de Costa Rica y quien escribe esto, Graciela Genta, de Uruguay.

La generosidad siempre puesta de manifiesto en todas nuestras actividades, se puso otra vez en marcha y la Universidad Autónoma de Santo Domingo envío una camioneta para nuestro traslado. En ella, entre risas y asombro por los paisajes tan nuevos que se iban abriendo a nuestros ojos, marchamos hacia el norte, hacia el Cibao y hacia ese Santiago de los Caballeros, ciudad de riquísima raigambre histórica y de antiguo origen.

Durante el trayecto vemos las majestuosas montañas que se derraman en llanuras. En algunos trechos, comarcas secas de matorrales esteparios o extensísimos frutales que hablan de enormes producciones.

Vamos observando poblados que ofrecen la sinfonía pastel de sus casitas. Los frutos generosos de la tierra dominicana, artesanías y siempre, siempre, una sonrisa cálida en esas bocas marfileñas de los niños de color ébano que nos saludan. Nos deslumbran las típicas casas de madera que son todavía, vestigios vivos de una época pasada. Llegamos así, entre miradas curiosas y asombros constantes, al Centro León en la ciudad de Santiago. Santiago está situado en el corazón del valle del Cibao, dentro de una rica y extensa zona agrícola donde se enseñorea el tabaco. Al bajar de la camioneta, nos recibe Camilo Venegas, con su dulce sonrisa y su cordialidad sin límites. Almorzamos e inmediatamente nos dirigimos a recorrer el centro cultural. Lugo, tendríamos el recital de poesía.

Crear un centro cultural de estas características implica, sin duda, un enorme compromiso con el arte. Una colección magnífica que se acrecienta con las obras más representativas del arte dominicano del siglo XX.

La colección pictórica del Centro León y la visualización de todos los signos que hacen a la identidad dominicana en grandes pantallas, más una serie de salas hermosamente dispuestas y mostrando todo el esplendor de una cultura en múltiples manifestaciones: pintura, escultura y fotografía, hacen de este lugar una delicia para el alma.

Los grandes helechos del patio, nos ven salir ahora y nos dirigimos, aún con la emoción de lo visitado, a la sala donde recitamos cada una nuestras poesías para un público muy cálido y atento. Todas fuimos distintas, todas con un verso de estilo diferente, pero todas conmovidas por el magnífico marco que nos brindó el Centro León y por el calor de su gente: culta , sensible y generosa. Y en ese inolvidable Santiago de los Caballeros unimos la palabra de todos lados del mundo en un solo clamor por la vigencia de la hermandad de los pueblos a través la poesía. ¡Gracias, República Dominicana!

Graciela Genta