Yolanda Wood. Ciudad de México, julio de 2022.

Texto elaborado para la actividad de animación cultural Artistas transterrados en el arte latinoamericano, en el marco de la exposición Mundos: los tránsitos de Fernando Varela.

 

Los tránsitos en los mundos de Fernando Varela.  En este conversatorio el tema de interés es artistas transterrados en América Latina. Sin dudas un aspecto altamente sugerente si pensamos que las migraciones son asunto de máxima actualidad, y lo diaspórico – denominación al uso en los tiempos que corren- en el arte de América Latina y el Caribe es cuestión fundamental.   Los intereses sobre este tema se refuerzan al ser Fernando Varela la figura que motiva estas reflexiones, un artista que estableció hace más de cuarenta años su residencia en República Dominicana, lugar donde ha desarrollado el mayor tiempo de su vida familiar y profesional.

Entonces me interesa detenerme en el término transterrado con el que se convoca este encuentro.  En el diccionario de la real academia de la lengua española el significado del verbo transterrar, dice: “expulsar a alguien de un territorio, generalmente por motivos políticos”. Lo que no corresponde a la situación personal del artista Fernando Varela ni tampoco de manera generalizada, aunque casos ha habido, hay y habrá, a los artistas latinoamericanos que residen fuera de sus países de origen. Pero sigamos con las pesquisas sobre el transterro para distinguir otras precisiones sobre su significado.

El término fue acuñado por José Gaos, español residente en México -donde llegó durante la Guerra Civil-, distinguido discípulo de Ortega y Gasset, quien lo identificó con alguien que tiene que dejar su patria y pasar a otro lugar que le es ajeno pero afín, en el que llega a sentirse “empatriado”. Con esta definición el filósofo español disminuyó las cargas semánticas de la palabra expulsión contenidas en la definición del Diccionario de la Real Academia y además hizo una tajante distinción entre el término transterrado y “desterrado”[1].  Por su parte, otro eminente español que vivió la misma experiencia, Adolfo Sánchez Vázquez, decía sobre el desterrado: “Siempre en vilo, sin tocar tierra. El desterrado, al perder su tierra, se queda aterrado (en su sentido originario, sin tierra). El destierro no es un simple trasplante de un hombre de una tierra a otra; es no sólo la pérdida de la tierra propia, sino con ello la pérdida de la tierra como raíz o centro.”[2] Este lenguaje metafórico en relación con la tierra y la migración me hizo volver sobre ciertas frases que escribí en mi libro Islas del caribe: naturaleza-arte-sociedad, allí expresé que  “Se puede descubrir todo un vocabulario vegetal de analogías telúricas, humanas y sociales propio del lenguaje de la cultura: con frecuencia se escucha, referido a los emigrantes, que son hombres y mujeres trasplantados, injertados en nuevas sociedades, separados de su tronco común, pero que conservan sus raíces.”[3]

La experiencia de Gaos y Sánchez Vázquez fue la de miles de españoles expatriados en semejantes circunstancias, por lo que ese contexto es fundamental para comprender la genealogía de la palabra transterrado. Fue a partir de lo que significó aquella masiva recepción de migrantes españoles durante la guerra en países latinoamericanos, especialmente México y las Antillas hispanas, que la denominación entró a la historia cultural latinoamericana en relación con los desplazamientos humanos, las relaciones entre el país de origen y el de destino, el desarraigo y el rearraigo.  Pero como podemos imaginar, incluso en aquellas circunstancias se trató de un asunto harto complejo en todos los órdenes. Se puede constatar en estudios posteriores el empleo frecuente de la palabra “exiliados”. La Dra. Laura Gil así denomina a los españoles llegados en 1939 en sus emblemáticos estudios sobre su presencia en República Dominicana y su influencia en las artes y la cultura. Otros términos al uso fueron refugiados, inmigrantes, expatriados, … o incluso exiliados errantes según Consuelo Naranjo para referirse a los movimientos de los españoles de “una isla a la otra” por las Antillas en sus investigaciones sobre el tema.

Fue en 1947 que Gaos disertó en La Habana sobre el tema, según las inferencias de Fernando Salmerón.[4] En “Confesiones de Transterrado”[5] habló de la condición de esta figura que es la de no sentirse extraño en tierra ajena. Lo que parece ser un punto relevante para conectar con la vida y obra de Fernando Varela. Al igual que cuando Gao afirma que lo importante es “llegar a un lugar y ponerse en plan definitivo y asumir el nuevo destino…”, en lo que intervendrán, según José Antonio Matenzas, otras condiciones de posibilidad, en especial la de asumir su circunstancia migrante como una “categoría existencial”[6].

Considero que Varela tomó su estancia en República Dominicana en plan definitivo, para iniciar una nueva vida empatriada. Fue la decisión personal de un tránsito por razones afectivas de una tierra a otra, en la que se hablaba la misma lengua y bien que los fundamentos culturales no eran idénticos, había para el recién llegado posibles puntos de anclaje si tomamos en cuenta las dimensiones territoriales del Uruguay,  uno de los países de más pequeña población y espacio físico en América Latina; al tratarse de una geografía de numerosas aguas tanto de mar como fluviales con clima templado, que no tropical,  y una ciudad de borde marítimo con su rostro atlántico y sensibles marcas fronterizas entre los varios países vecinos. En el sitio web del artista se dice que Varela es, “uruguayo de nacimiento y formación, dominicano por vínculos matrimoniales, una prolongada y definitiva permanencia, una integración total, él no sentía sin embargo el apremio de una identidad geográfica, prefiriendo sumergirse en milenios de fervor y palabras sagradas, perteneciendo a la historia de la humanidad.”[7]

Entonces prefiero asumir el término  transterrados a partir de su definición por Gaos y poner en valor el prefijo “trans”, que significa en latín ir de un lado a otro,  para empalmarlo además con los tránsitos de Fernando Varela como lo expresa esta exposición del Centro León en su enunicado, y me gustaría hacerlo como un concepto expandido, con valor de “categoría existencial”, para entablar con el  viaje otros diálogos posibles en términos de humanidad, lo que implicó para Varela un cambio para echar nuevas raíces que incluía el sentirse a gusto tanto con su vida privada y su vida pública, según él mismo ha afirmado. Por su parte Sánchez Vázquez lo expresaba con palabras sencillas: “Surgen nuevas raíces, raíces pequeñas y limitadas primero, que se van extendiendo después a lo largo de los hijos nacidos, los nuevos amigos y compañeros, los nuevos amores, las penas y las alegrías …, los sueños más recientes y las nuevas esperanzas”[8] y así es como piensa el escritor que se llega finalmente a ser “un transterrado” , pues no se trata solo de ir de un lugar a otro, sino de “ llegar al otro lado”  como también lo ha pensado la escritora colombiana Cristina Triviño en su novela Transterrados, porque lo que es  fundamental es la postura del protagonista y los hilos que movieron su decisión.

Estos procesos y comportamientos han sido parte esencial de las experiencias artísticas en los países de América Latina y del Caribe, si tomamos en consideración que a través del tiempo y de la historia, estas tierras fueron punto de atracción para artistas viajeros que legaron una sustancial producción visual en álbumes pintorescos y libros que son verdaderas joyas para la ilustración de muchos escenarios y ambientes, tipos y costumbres de la época colonial, especialmente de los siglos XVII al XIX. Antes, las descripciones de los cronistas fueron una fuente para los que dibujaban y pintaban desde Europa, pero durante y después del siglo XIX, la fotografía aportó un medio fundamental para las peripecias del viaje y de confrontar los espacios de acá con lo que una modernidad pensada desde allá para así verificar todos sus contrastes y contradicciones.

A lo largo del siglo XX, otras modalidades fueron fundamentales en la construcción del entramado crítico de las artes en Latinoamérica y el caribe, cuando los criterios de elección de los viajes diversificaron sus motivaciones y razones. Si las de estudio y búsqueda de referentes visuales había comenzado como tendencia desde el siglo precedente y numerosas biografías de autores así lo confirman, también tuvieron lugar paradigmáticas estadías en sentido inverso, por solo mencionar algunas, las de Paul Gauguin en la Martinica, la de Camille Pissarro en Venezuela entre muchas otras. Se abrió el camino de los viceversas durante las primeras décadas del pasado siglo, un proceso que no termina y que se ha enriquecido con los viajes sin retorno físico de muchos artistas en las diásporas dispersas como tendencia de la contemporaneidad, bien que en muchos de ellos habita una geografía interior que se hace parte fundamental de sus experiencias creadoras.

Cómo pensar el arte dominicano moderno y contemporáneo sin tener en cuenta figuras como el trashumante pintor Jaime Colson, los maestros españoles exiliados haciéndose parte de prácticas institucionales en la Escuela de Artes Plásticas o de nuevas tendencias artísticas…, sin embargo, es menos frecuente tanto en República Dominicana como en otras islas del Caribe hispano, una tendencia similar con artistas proveniente de América Latina bien que se han producido numerosos contactos de diversa índole y proyectos conjuntos. Y es aún más infrecuente que esa relación se produzca entre el Caribe insular y el cono sur latinoamericano, especialmente desde países como Chile, Argentina, Paraguay y Uruguay, con una tendencia migratoria más orientada hacia Europa y los Estados Unidos. Solo mencionar a Emilio Pettoruti, Antonio Berni, Roberto Matta y Joaquín Torres García, y en años más recientes Luis Camnitzer (nacido en Alemania), Alfred Jar, Marta Minujin o León Ferrari, entre otros.

El colombiano Antonio E de Pedro, ha distinguido para aquellos complejos años que él sitúa antes y en los prolegómenos de la guerra fría, varios escenarios artísticos de gran importancia para América Latina, además del de México y el de Brasil, menciona otro y lo describe así: “En el sur del continente…, estaría configurado entorno a dos ciudades: el eje Montevideo-Buenos Aires. En el que el protagonismo recae en la Escuela del Sur, situada en la capital uruguaya, y con un líder indiscutible: el pintor y teórico uruguayo Joaquín Torres García.”[9]Y precisa que esas ciudades actúan como centros de otras periferias al igual que ocurre con la Ciudad de México y Sao Paulo.

La exposición Mundos: los tránsitos de Fernando Varela, se ha inaugurado cuando el artista cumplió 43 años de vivir en República Dominicana a donde lo llevó el deseo y una buena razón afectiva. Como las casualidades existen, fueron 43 años los que vivió Torres García fuera de su Uruguay natal, entre España y Francia con una breve estancia de algo más de un año en los Estados Unidos. Había salido de su país con 17 años y toda su formación la realizó en Europa. Nació en 1871, regresó a Uruguay en 1934 y realizó una exposición retrospectiva en la Sociedad Amigos del Arte. Cuando Varela se inicia en el arte y cuando se instaló en República Dominicana, Torres García ya era una leyenda fundacional para el arte moderno de Uruguay e internacional.

Entonces en 43 años, Varela ha construido su universo creativo con una inserción en un medio artístico que en los años de su llegada fraguaba con plenas inquietudes contemporáneas, bien que se trata de una denominación que Sara Hermann comprendió dentro de una “absoluta intertextualidad temporal”[10] como un territorio inasible y a la vez maleable, en el que una irradiaba una atmósfera de tendencias con nuevas generaciones emergentes. En ese contexto se insertó Fernando Varela, que llegaba con una formación artística del Uruguay, y a quien Abil Peralta ha llamado “uno de los fenómenos creativos mejor sustentados y validados de la vanguardia dominicana de los siglos XX y XXI”[11], lo que se ratifica con su inclusión en estas insignes exposiciones de Grandes Maestros del Arte Dominicano que realiza el Centro León.

En esta muestra organizada en tres grandes capítulos: Materia/Cuerpo/Espíritu, se resumen años de investigación en torno al arte y sensibles inquietudes sobre la imagen en la obra de Fernando Varela. Una obra en permanentes tránsitos entre disciplinas artísticas como la música y las artes plásticas; entre discursos filosóficos y teosóficos – especialmente los de Bo Yin Ra-; entre medios de creación, la pintura, la escultura, la instalación y entre formas simbólicas muy personales. Ciertos elementos parecen remitir -en su dimensión visual y conceptual- al maestro Torres García, cuya obra Varela conoció en Uruguay y a través de la lectura de sus conferencias recogidas en varios libros.

Su primera individual en 1983, en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo, mostró trabajos en cerámica y piezas bidimensionales en las que vibraban con intensidad los fundamentos artísticos de la Escuela del Sur, especialmente los ensamblajes de Torres García en los que singulariza el valor de las formas simples y primarias, así como las combinaciones de texturas y fragmentos. En esa relación del todo y las partes, en la dimensión simbólica de lo arquetípico y la síntesis de elementos visuales, la obra de Torres García se muestra referativa en el Maestro Varela. A esas experiencias se añadirán sus contactos con el expresionismo abstracto y los aportes que tan sensible huella dejaron en su trabajo. Los años 90, proyectarían internacionalmente su obra en grandes eventos como las Bienales de Cuenca y de La Habana, así como Documenta de Kassel.

En su extraordinario manejo de los recursos del arte se destacan las ambivalencias. Llaman la atención los títulos de sus importantes muestras personales y los de algunas de sus obras. De las primeras, retengo el uso preferente de dos palabras que más que significar una cosa u otra, establecen justo los tránsitos entre ellas como territorios conceptuales: Hombre y Mujer (1998) y La magia del en miedo (1999). Pero cuando las integra sin conjunciones ni enlaces, parecen llegar a formar una sola y expresar mayor compenetración en sus significados como ocurre en Curador Curado de 2001, que concibió con grandes jóvenes de la plástica dominicana como Jorge Pineda y Quisqueya Enríquez o La Palabra Callada realizada en 2005 en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo, muestra que se presentó Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo (Uruguay) al año siguiente.

Estas ansiedades y urgencias de las palabras como expresión conceptual y profundas cargas filosóficas, habitaron también los territorios de sus series Orígenes y Formas Primarias ya de este nuevo milenio. En ellos los universos sensibles de Varela se hacen transicionales para compartir pulsiones y tensiones en las que las obras devienen pretextos para la permanente experimentación con las esencias, para dar imagen al silencio y valor representacional a ciertas nociones de temporalidad. En todas ellas la necesidad de comunicar sobre el encuentro consigo mismo entrampa el lenguaje visual para hacer de la creación un acto mágico que no significa sorpresa porque el “bosque encantado” que habita el artista,  es el sitio de compromiso ético con su obra que es altamente demandante, para él porque se exige y cambia sin perder la ruta de su propio trayecto, para continuar la aventura de sus profundas convicciones existenciales, de su poética visual distante de todo intento de realidad. El artista sabe que la realidad está en la imagen, en sus apariencias, en la “ilusión de presencia”, como lo ha pensado Homi Bhabha.

Fernando Varela ha hecho del arte una razón de vida con un versátil acomodo a los lenguajes diversos de la contemporaneidad, pero con una marcada preferencia hacia la pintura en la que muestra un claro dominio del medio para impactar con cada nueva pieza, serie o motivos artísticos que siempre identifican su modo de hacer por el manejo sensible de las superficies, por las irradiaciones de luz que emanan del interior de los cuadros, por las calidades texturales y por formas que se hacen cómplice de la riqueza de sus imaginarios. Con todo ello logra otros tránsitos perceptivos de gran interés entre lo antiguo y lo moderno, los vacíos y los llenos, lo simple y lo complejo.  Si como ha dicho es el discurso lo que determina el medio, se hace evidente que en la pintura el artista encontró un lenguaje donde lo metafórico, lo simbólico e introspectivo de su poética visual se afianzan y hacen presente. Quizás por todo ello ha afirmado: Siempre he pintado.

Me han interesado de manera especial:   la islaaisla… Una región y su insularidad, y ambas recurrentes en el universo de sus imágenes. Territorios de una mismidad que es enunciativa de cómo las múltiples trayectorias de Fernando Varela lo han llevado a su destino. En la infinidad de mundos existentes en simultaneidad, como lo piensa el artista, el del Caribe se le revela desde sus propios fragmentos archipiélicos de islas, cuerpos y naturaleza, como percepciones que Varela relativiza para enaltecer el valor de la mirada como cualidad esencial de lo visual en sus conceptos artísticos.

De igual manera me interesa distinguir una pieza emblemática y altamente simbólica: América. Una obra majestuosa en su eterna simplicidad, una obra de ambivalencias simbólicas que hace honor al significado del verbo “transitare: ir más allá”, pues con ella se trascienden los límites de toda territorialidad para situarse en los mundos sensibles de las inquietudes americanas. Esta es una obra transterrada porque llegó para quedarse y ha sido empatriada en el espacio sagrado del buen arte en el Patio Caribeño del Centro León.

El artista ha dicho, “Vengo con el sur sobre mí…las tierras, los grises…”, y nos sorprende con sus tijeras no para cortar sino para engarzar en su misma suerte, tierras firmes e islas, los mundos distintos que se reunieron en esa inmensidad continental y traernos a la memoria La América invertida de Torres García que reordenó la cartografía y puso al sur como nuestro norte. Unas tijeras de color oscuro y de metal sombrío, en un aparente ir y venir para permanecer como las canoas que Marcos Lora colgó un día y las llamó carrozas para revelarnos otra vez la eterna pregunta del ser o no ser en estas tierras con todos sus viceversas, o mejor volviendo al cono sur y en clave antropofágica, de tupi or no tupi, that is the question. Unas tijeras, las de Fernando Varela, que se quedarán como lección de mundos y trayectos de ese gran espacio -de contradicciones infinitas- en el que habitamos, la patria de todos, que es la América que quiere y no puede, y se confronta consigo misma por los siglos de los siglos, amén.

 

Yolanda Wood

Ciudad de México, junio de 2022.

 

 

[1] Citado por Miguel León Portilla “Un gran español transterrado” El País 27 de agosto de 1989. Disponible en: https://elpais.com/diario/1989/08/28/opinion/620258410_850215.html Consultado: 3 de junio de 2022.

[2] Citado por José Antonio Matesanz “De desterrado a transterrado” Revista de la Universidad de México p. 28 Disponible en: https://www.revistadelauniversidad.mx/download/0a95ebd3-22e9-4820-98aa-33c04938e22f?filename=de-desterrado-a-transterrado  Consultado: 3 de junio de 2022

[3] Yolanda Wood Islas del Caribe: naturaleza-arte-sociedad Ed. Félix Varela, La Habana, 2012 p. 114 Disponible en: https://www.uh.cu/sites/default/files/public/adjuntos/islas_del_caribe_naturaleza-arte-sociedad-web.pdf Consultado: 4 de junio de 2022 

[4] Fernando Salmerón “Sobre el pensamiento de José Gaos. La filosofía política de los transterrados. Revista de la Universidad de México, Junio de 1994 p. 18 Disponible en: https://www.revistadelauniversidad.mx/download/4813381c-2cc7-4cbb-847a-32ea0d5bc0b3?filename=sobre-el-pensamiento-de-jose-gaos-la-filosofia-politica-de-los-transterrados Consultado: 3 de junio de 2022

[5] José Gaos “Confesiones de transterrado” Revista de la Universidad de México, Junio 1994 págs. 3-9 Disponible en: https://www.revistadelauniversidad.mx/download/f29186c1-745e-4888-b9c2-f145de81cac8?filename=confesiones-de-transterrado Consultado: 2 de junio de 2022

[6] José Antonio Matesanz “De desterrado a transterrado” Revista de la Universidad de México, diciembre de 2005 p. 24 Disponible en: https://www.revistadelauniversidad.mx/download/0a95ebd3-22e9-4820-98aa-33c04938e22f?filename=de-desterrado-a-transterrado Consultado: 3 de junio de 2022

[7] https://www.fvarela.com/biografia Consultado : 2 de junio de 2022

[8] Citado por José Antonio Matesanz. Ibídem p. 28

[9] Antonio E de Pedro “Cuatro escenarios del Arte Latinoamericano antes y en los prolegómenos de la Guerra Fría” s/p. Revista Sures. Disponible en: https://revistas.unila.edu.br/sures/article/view/405 Consultado: 2 de junio de 2022

[10] Sara Hermann “El arte tiene un presente” Trenzando una historia en curso. Arte dominicano contemporáneo en el contexto del Caribe. Centro León, 2014 P. 71Disponible en:  https://issuu.com/centroleon/docs/libro_arte_contemporaneo_dominicano  Consultado: 2 de junio de 2022

[11] Abil Peralta Agüero “Caribes, en el lenguaje de Fernando Varela” El Cañero, 26 de noviembre de 2010. Disponible en: https://elcanero.blogspot.com/2010/11/caribesen-lenguaje-de-fernando-varela.html Consultado: 3 de junio de 2022