El conjunto de temas trabajados, así como las líneas discursivas seguidas por el artista, nos permiten la ubicación de su figura en un contexto muy específico de la praxis artística.

Este espacio es el discurso nacional, vinculado a la tierra y las costumbres que nos diferencian y nos hacen ser más nosotros, más dominicanos.

Una vez planteamos que era “común, como ya lo estudiara con enjundia Néstor García Canclini, el hecho de ver a las Vanguardias Latinoamericanas como simple traducción de un idioma europeo. (…) Al intensificarse en la contemporaneidad la trans-culturalidad migratoria, económica y mediática es evidente que nuestro lenguaje y formas de hacer no sólo devienen de patrones establecidos, sino que son resultado del diálogo y la confrontación”. Usando estos parámetros no tratamos de desautorizar los obvios aportes formales y hasta conceptuales de las vanguardias y los “ismos” en la definición de los patrones creativos de Yoryi Morel. Nuestro interés es fundamentalmente entender estas formas de decir y hacer como procesos diferenciados de configuración de la identidad a partir de recursos discursivos que ofrecen el entorno y los personajes. Replanteamiento que implicaba un conocimiento vivencial y un acto conciente de aprehensión de estos elementos que Yoryi Morel tradujo al lienzo y al papel.

Es por esto que un repertorio basado en líneas fundamentales en: el paisaje, el retrato las tradiciones y costumbres, la flora que nos identifica, y las faenas que nos hacen ser reconocidos como pertenecientes a un espacio específico de existencia, temporal y territorial van a dar un matiz muy característico al discurso artístico de Yoryi.

Una de las visualizaciones más paradigmáticas en el sentido de una configuración de la identidad por parte de Yoryi Morel reside en el tratamiento del paisaje. Si partimos del paisaje como recurso visual, primero, vinculado a la identidad en tanto reconocimiento de los espacios pertenecientes a un grupo determinado; entonces debemos asumir de otra manera el descubrimiento pictórico del paisaje nacional. Y descubrir con él la luz y el cromatismo propio del entorno dominicano. El paisaje como objeto pictórico en la obra de Morel se convierte progresivamente en un símbolo de identidad nacional. Pero también a la par se torna en paradigma de identidad personal. Es Yoryi el del Cibao, el que recurre a su paisaje para transformarlo y refrendarlo como un intento de recuperación de la Creación.

Yoryi igualmente participa de esta recreación de la “dominicanidad” a partir de las personas y personajes caricaturizados, pintados y dibujados durante su trayectoria creativa. Sus retratos, en algunos casos influidos en el tratamiento de la luz y el espacio por tendencias más tradicionales y academicistas, captaron el alma y esencia de sus sujetos. Y aunque realizó numerosos retratos por encargo, se caracterizó igualmente por pintar una y otra vez a personajes populares a que se sentía próximo o que entendía como paisanos. Y en éstas, la proximidad afectiva a sus modelos se refleja claramente en el producto pictórico. Retrata numerosas veces a Toñé, a Secundino y a la par hacía lo mismo con sus negritas, campesinos y pescadores; retratos donde lo que menos importa al pintor es el parecido con el modelo, reduce el lenguaje pictórico a sus elementos primarios que eran en esencia la corporeización del ser dominicano.

Tomado del libro Yoryi Morel Autonomía y Trascendencia