La sociedad dominicana celebra el día 24 de septiembre la celebración de la Virgen de las Mercedes como parte del calendario católico.

Esta peregrinación convoca a creyentes de todo el país que tiñen el 23 en la noche y el 24 durante todo el día esta cima histórica del Santo Cerro, desde donde se puede contemplar el majestuoso y fértil valle de la Vega Real y que fuera escenario de batallas entre indios y españoles durante la conquista de la isla por parte de Cristóbal Colon.

La leyenda cuenta que en una batalla desigual a favor de los indios, los soldados españoles invocaron la Virgen de las Mercedes, apareciendo del lado español y modificando los resultados de dicho encuentro bélico.

Es obvio que si vino del lado español, la versión mítica los benefició. En el marco de estos hechos legendarios, se erigió una ermita en honor de la Virgen de las Mercedes, se convirtió en lugar sacro y luego en centro de peregrinación.

Hoy, se considera uno de los principales sitios sagrados junto a la peregrinación del Cristo de Bayaguana y la de la Virgen de la Altagracia en Higüey.

De todas maneras esas peregrinaciones es la del Santo Cerro la que guarda mayores componentes católicos. A esta celebración se integra un conjunto de actividades que la hacen conservar un colorido y una fuerza costumbrista, como los tarantines donde se venden dulces y golosinas típicas de la zona elementos de la artesanía popular.

Igualmente, es notorio el componente de salves católicas o del catolicismo popular, la presencia del pago de promesa con su traje alegórico (blanco o gris), la venta de cromolitografía de santos y otros objetos sagrados.

Es importante destacar la fuerza que tiene en toda la región del Cibao el catolicismo más tradicional y apegado a la llamada iglesia institucional sin dejar por esa razón se impone un estilo de celebración marcado por los cánones de la iglesia católica formal en la peregrinación al Santo Cerro.

Los elementos populares observados en otras peregrinaciones o celebraciones religiosas, como los atabales, la posesión ritual, las salves de vudú dominicano, son prácticamente inexistentes. Pero nunca faltan los espacios de secularidad que acompañan toda actividad del pueblo dominicano, como las barras populares, la música de Bachata, el ron, el baile y demás manifestaciones poco sagradas.

A pesar de que esta peregrinación es tan antigua como las demás, nos parece que sigue teniendo una impronta regional en lo sagrado y hasta en la manera de lo secular que, aunque menos constante que os demás casos, también está presente.

Tal vez se podría colegir que algunos hechos de la cultura se ven imbuidos por el medio económico, social, cultural y ambientes físicos de la región donde se celebra.

 Tomado del libro Por el sendero de la palabra: notas sobre la dominicanidad

Carlos Andújar

Coordinador de Cultura