Es con gran placer que J.P. Morgan celebra la historia y la práctica de arte contemporáneo de los artistas caribeños, al asociarse con el Centro León y fungir como patrocinador de la publicación Trenzando una historia en curso: Arte dominicano contemporáneo en el contexto del Caribe.

Esta colaboración marca el cuarto año consecutivo en que J.P. Morgan apoya estudios innovadores enfocados en la trayectoria de las artes visuales en países de América

Latina. Estamos muy orgullosos de ser mecenas de esta nueva y significativa concesión otorgada a cinco autores especializados y de contribuir con la realización de un catálogo ilustrado que se centra en la producción artística actual de la República Dominicana. Este proyecto se convierte en una oportunidad distintiva pues permitirá que públicos más amplios puedan conocer el contexto socio-histórico y político de la cultura caribeña, y distingan de este modo los logros artísticos de la República Dominicana en los contextos de América Latina y el mundo.

En los Estados Unidos y en otros lugares se está prestando cada vez más atención al arte del Caribe, como lo demuestran recientes exposiciones de itinerancia nacional, simposios y ferias que buscan promover tanto las tradiciones culturales como las vanguardias de las artes visuales de la región. La calidad del arte mostrado en este libro nos revela un momento perfecto para este análisis a profundidad.

El arte del Caribe se introdujo en el JPMorgan Chase Art Collection hace más de cuatro décadas. Entre fines de 1960 y principios de la década de 1970 se adquirieron piezas de maestros modernos, como Olga Albizu, Henry Robert Bresil, Emilio Sánchez,
Agustín Fernández y Francisco Amighetti. A partir de 1980 se adquirieron obras de momentos tempranos en las carreras de artistas contemporáneos, como José Bedia

Valdés y Jean-Michel Basquiat. Mi visita a la República Dominicana en el año 2006 prolongó este entusiasmo a través de adquisiciones de varias obras de artistas dominicanos, entre ellos Jorge Pineda, cuya hermosa y enigmática pieza sobre papel, Moisés, engalana la portada de esta antología. Hace ya casi diez años, mi experiencia en la escena del arte era solo una vista parcial del fortalecido panorama de la práctica artística contemporánea que se gestaba en la República Dominicana, acciones que se nutrían de manera crítica de las tradiciones formales y conceptuales de la región, al tiempo que se establecían visiones progresistas y voces individuales. El JPMorgan Chase Art Collection, que celebra su quincuagésimo quinto aniversario, fue fundada por David Rockefeller en 1959, con el fin de provocar la integración de obras de arte de calidad provenientes de todo el mundo al entorno de las labores cotidianas de nuestro banco. En las proximidades de la celebración de los 50 años del inimitable Concurso de Arte Eduardo León Jimenes y sus programas de conservación de colecciones, aplaudimos el continuo legado y su dedicación a apoyar el arte dominicano que estas exposiciones y programas educativos proporcionan a las comunidades locales y de otros territorios.

El proceso artístico inaugural para la fundación de una imagen en el arte dominicano comenzó desde el siglo xix y se adentró en las primeras tres décadas del xx para adquirir rasgos cada vez más definidos –y propios– en los años que siguieron. Un cambio de paradigmas estético-artísticos sustentó un movimiento plástico que ya en los sesenta-setenta mostraba su madurez conceptual para enfrentar los retos de la contemporaneidad visual.

En correspondencia con las características que adoptan estos procesos en países situados en la periferia cartográfica de los centros del poder simbólico, con inestabilidades en su desarrollo artístico y limitado –o tardío– desarrollo del campo institucional del arte, el surgimiento de esas estructuras en la República Dominicana, tanto para la enseñanza como para la promoción y difusión de las artes plásticas a través de iniciativas estatales o privadas, tuvo una singular importancia y fue generadora de una proyección del arte que, consecuente con la dinámica cultural, social y política del país, fue de vital significación en su tiempo y después.

Se trató de un legado crítico que desde una dimensión polémica reveló ciertos fundamentos esenciales que fueron trascendentes para la segunda mitad del siglo xx y los años que han iniciado este nuevo milenio. Observar retrospectivamente ese pasado ayuda a encontrar en el discurso artístico y en el proceso de las artes plásticas de entonces ciertas claves enunciadoras para la producción artística reciente.

Tomado del Libro Trenzando una Historia en Curso, Arte dominicano contemporáneo en el contexto del Caribe
Lisa K. Erf directora y curadora en jefe jpmorgan chase art collection